Como sistema cognitivo, la ciencia es un producto humano, influido por las creencias, necesidades y exigencias de cada época (Danziger, 1993). Siendo así, y olvidándonos de la visión irreal de la ciencia como algo verdadero y alejado del sesgo humano, que recuerda en exceso las convicciones del saber religioso, tenemos que ser capaces de analizar las diferentes filosofías de la ciencia que han ido surgiendo, todas ellas con sus limitaciones y potencialidades. Dicho de otro modo, las distintas formas de entender la ciencia (porque hay distintas formas de entender la ciencia, hecho que ya dice mucho per se), que son en gran medida un producto cultural, y responden a una serie de necesidades científicas, condicionan la forma en la que entendemos no ya la ciencia en si misma, sino también los distintos tipos de saberes y disciplinas científicas.
Ésto explica por qué tuvo tanto éxito el neoconductismo tras la II Guerra Mundial, periodo en el que
pasaron inadvertidos prolíficos grupos de psicólogos que más tarde fueron recuperados tras el surgimiento del interés cognitivo (que también responde a una serie de inquietudes interdisciplinares, por llamarlas de alguna forma).
Y ésto también inicia la explicación de por qué se sigue separando lo psicológico de lo biológico, y por qué cuando se une es en función de la reducción de lo primero a lo segundo, perdiendo en el proceso una cantidad ingente de información esencial.
Actualmente aún predomina el punto de vista reduccionista en la mayoría de las ciencias. Y es así porque no se consideran lo bastante importante los problemas que este planteamiento supone. Si analizamos los enfoques científicos a modo de paradigmas, cuando dejan demasiadas cosas por explicar deberían sustituirse por otros que sí que las expliquen, como apuntaban los falsacionistas.
Puede que en el caso de las tradiciones filosófico-científicas sea más complicado, puesto que pueden servir para algunas demandas pero no para otras.
La conclusión a la que podemos llegar es que el enfoque reduccionista, al no dar sentido a la pluralidad de disciplinas científicas que hoy en día están en activo, debería usarse en tanto que sea útil, siempre recordando que no es la explicación última de la ciencia, ni de como ésta debe desarrollarse. Veamos las potencialidades y las limitaciones del uso del reduccionismo en ciencia, y especialmente en psicología, para entender esta conclusión.
El reduccionismo supone que cualquier objeto de estudio puede comprenderse analizando por separado las partes por las que está formado. Así, la química y la física bastan para el estudio de la biología. Ésto, de alguna forma, hace suponer que los saberes más generales (en este caso la biología) no añaden ningún tipo de información a la suma de las partes. Epistemológicamente, ésto supone bastantes problemas a mi entender.
Lo curioso es que todo científicos que acepta el reduccionismo lo hace suponiendo que otras disciplinas pueden ser reducidas a su campo de estudio. Por ejemplo, el psicólogo que cree que lo social se puede reducir a lo psicológico y el biólogo que cree que lo psicológico puede ser estudiado estrictamente en términos biológicos. Pero rara vez aceptará que a su vez su campo de estudio puede ser reducido a otro, y así sucesivamente hasta los niveles más ínfimos. Por ejemplo, un biólogo marino rara vez aceptará que su labor la podría desempeñar un físico o un químico.
Yo considero que lo social es a su vez psicológico, y que lo psicológico es a su vez biológico, pero no desde un punto de vista reduccionista que reste importancia a los elementos más generales.
De hecho, a menudo la propia reducción (a parte de los problemas que acarrea el simple hecho de reducir) se suele hacer de forma parcial y sesgada. Podemos estudiar lo psicológico a nivel neuropsicológico y dar explicaciones neurofuncionales a las distintas capacidades cognitivas, entendiendo cual es el proceso que se lleva a cabo a nivel de sistema nervioso central. Ésta sería una perspectiva biológica de lo psicológico, y aunque evidentemente deja de lado otros procesos como los sociales, cuando se utiliza rara vez se entiende como la explicación verdadera y responde a una serie de necesidades que vienen de la psicología misma. En cambio, cuando lo psicológico se reduce a lo biológico, a menudo no se emplean ni tan siquiera los conocimientos biológicos apropiados para su estudio. Por ejemplo, a menudo habremos oído que “el amor no es más que una reacción química”, en vez de ser estudiado en términos psicológicos, sociales y neurofuncionales. Esta frase ejemplifica todo el proceso del que hemos estado hablando: lo social se ha reducido a lo psicológico, lo psicológico a lo biológico y lo biológico a lo químico.
Si a alguien le parece que entender el amor como una reacción química es lo bastante amplio como para poder explicar sus causas y sus consecuencias (objetivos de la ciencia, en teoría) desde luego debería abrazar el reduccionismo como la panacea científica definitiva. Sino, tal vez deberíamos buscar nuevas formas de entender la ciencia.
Bibliografía:
Danziger, k (1993): Psychological objects, practice and history, Annals of Theoretical Psychology.
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